Hay personas que nos ayudan a abrirnos. Otras no. Y es que entregarse requiere de apoyo, requiere de dos.
Pero claro que antes para poder abrirte ante otro u otra, debes haber topado con muchas puertas donde al otro lado había frío. Muchas. Así nos enseña la vida, pues vamos limando nuestras formas para perfeccionar eso que sí nos hace sentir más auténticos frente a nosotros y a los otros.
Hay personas que son auténticas joyas para aprender, para entregarse, para SER con todo lo que contiene eso.
No hablo de formas, etiquetas…hablo de experiencias que llevan un nombre femenino o masculino que te sirven para eso, despegar los pies del suelo y atreverte a a abrir tus brazos para expandirte. Las hay, las he visto, tocado, sentido y olido.
Abrirte es reconocerte con todo lo que te ha traído hasta aquí, a este momento, mirando con cariño esos patrones que te han hecho ir y volver por infinitas veces a aquellos lugares de los que no sabías salir. Eso acumuló tanto hastío que te rendiste levantando las manos al cielo decretando que YA NO MÁS DE ESO.
Harta de cerrarme por » cuidado» sólo encontraba espejos que reflejaban lo mismo: puertas cerradas por exceso de miedo a desnudarse.
Fue ahí que empezaron a aparecer cosas, señales, personas, lugares que nunca pensé que existirían. Sí! Siempre han estado, sólo que mis puertas estaban cerradas.
Por que nutrirse también tiene que ver con lo que te concedes y permites profundizar en ti y por lo tanto, por resonancia aparecerán las joyas para compartirte y descansar en esta existencia pasajera.
Buen viaje!
