Cuanta prisa en nuestros pasos. Cuánta prisa en nuestras huellas. Qué pocas paradas nos concedemos en nombre del DEBER. Deber ser y hacer. Qué cansancio y dañino es andar sólo con la mente encendida. Acaso, ¿somos conscientes de ello? Levántate ya, tienes que hacer esto o aquello, dice nuestra mente, y ahí vamos nosotros, sin cuestionarnos quien lleva el mando. Locos por la vida, sin parar a darnos cuenta que lo verdadero reside en el cuerpo, nunca en ese lugar sobre valorado, nuestra mente.
Cuánta ansiedad nos causa andar corriendo tras algo que supuestamente es lo correcto, sin plantearnos cuánta calma nos da eso que hacemos, si disfrutamos en ello, si nos reproduce y amplía o no…
Vamos siguiendo dogmas y creencias por miedo al rechazo, por no ser incluídos y así vamos perdiendo nuestra individualidad, nuestro propio sentir, ritmo y pulso…Caemos en ritmos homogéneos que no son nuestros, desdibujándose así nuestra esencia: lo auténtico y real para nosotros, aquello que nos satisface y nos regenera.
Negar la presencia de la mente es tan absurdo como dejar las riendas sólo a ella. Está bien, ahí está y es una herramienta maravillosa cuando trabaja para aquello que nos impulsa, agranda y expande. Pero también todo lo corroe cuando se vuelve obsesa y controladora.
Lo único que nos queda es rendirnos al lenguaje del cuerpo y sintonizar con lo que tenemos aquí y ahora y en base a eso, estar cerquita de lo que vamos necesitando en cada momento. El sentir momento a momento es incoherente para una mente que quiere orden y lógica. Nuestro sentir no tiene orden, es natural, sólo se expresa. Ellos, nuestros sentimientos son sin más. Cuando me enredo en darme o dar justificaciones de porque me siento de esta manera u otra, colapso el sentir de conflicto mental y ya ahí la liamos, nos liamos.
Bailar o parar, a golpe de sentir y decidir en base al bienestar que nos da eso que escogemos, dándonos tiempo, es querernos rico y bien, haciendo de la vida un lugar donde podemos confiar que en cada paso iremos escogiendo, donde la verdad siempre la grita el cuerpo.
