Ella se acurrucó y se quedó ahí, ovillada. No quería, no sabía, no podía.
No había nada que hacer, más que estar ahí, sintiendo ese vendaval interno que la dejaba ahí, parada en lo bajo de su ola. Podía oír su propio reboso y le resultaba agradable escuchar, mientras aumentaba su propio calor abrazada a sí misma.
Se había obligado tanto a estar, a hacer, a no parar, a saber que hacer…
Cansada de formas que no eran suyas…
Su mente no tenía fuerzas para moverla, su cuerpo se arrodilló rendido.
Estaba tan bonita ahí en su respeto, que resultaba intocable…Nadie se hubiera atrevido a acercarse…
No pasaba nada, más que estaba triste, a la vez de cómoda por no negar lo que también era.

Los comentarios están cerrados.