Suelta. Cuando estés cansado suelta, es suficiente señal.
La vida te enseña a vivir ligero llevándote por caminos que te generan cansancio. Te cansa para que aprendas a caminar ligero.
No te empecines, la vida no demanda tanto de ti. Vete a lo simple, a lo sencillo. Asómate a las estrellas y piérdete en su misterio, tienen tanto que enseñarnos…
Cuando sueltas y te rindes empiezas a maravillarte con cosas tan simples, que el día se convierte en una aventura, y la noche también.
No le tengas miedo al miedo o te perseguirá hasta que entiendas que una determinada dosis nos protege y un exceso de él nos paraliza.
No temas a enamorarte de la vida y todo lo que contiene. De no hacerlo vivirás la desgracia de no sonreír cuando mires atrás aprendido. Entenderás que nada era tan tremendo ni trivial como para arrancarte la vida. El dolor es el pago por haberte atrevido a vivir, una vez lo pases agrandarás tu hogar.
Cuida tu cuerpo. Come rico, que no pringoso. Haz ejercicio, no para que otros te aprecien, hazlo para ti, para sentirte cómodo en tu cuerpo, para que en él sientas que estás protegido por sus músculos. Suelta esos kilos de más que te hacen caminar pesado y limitan levantar tu vuelo. Quítatelos. Céntrate en ti y cuídate, no por una demanda externa, por tí y para tí.
Suda y siéntete vivo. Libera toxinas, incluidas las relaciones tóxicas. Suelta todo aquello que no te nutre, nada es suficientemente importante para mantenerte continuamente dividido. Nútrete y suma. Expándete hacia donde sientas, allá donde el alma sonría, pues eso es lo único que te debes.
Y si hecho esto vuelves a cansarte, que lo harás, no pasa nada, descansa, respira y vete a buscar tu sonrisa de nuevo.
